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Elizabeth Holmes, Theranos y yo

Nunca me sentí celosa de Elizabeth Holmes, la desprestigiada fundadora de Theranos, una compañía que vendía ciencia ficción como si fuera cuidado de la salud (Walgreens compró el fraude). Su foto en las portadas de las revistas no me impresionó. Soy humana, pueden darme celos los científicos que logran algo importante y útil o simplemente bello, pues a veces los experimentos son realizados de un modo tan maravilloso que se convierten en algo más que ciencia, casi en una obra de arte. Pero en este caso sabía que E.H. estaba tratando de engañar al mundo. Tengo muchas décadas de bioquímica y experiencia en cómo analizar el discurso científico (o pseudocientífico).

Todavía me molesta el hecho de que tantos hayan caído en la trampa de su “relato”, cuando su falsedad era tan obvia. Sin embargo, probablemente habrás notado que solo quienes no son científicos fueron hipnotizados por ella. De modo que consiguió su merecido castigo y finalmente fue derribada de su pedestal. Pero todavía estoy resentida. ¿Por qué? Me duele que los seres humanos tiendan a enamorarse rápidamente de los charlatanes y no los impresione la buena ciencia.

En un mundo más perfecto, las personas “comunes” usarían la ciencia para comprender el mundo que los rodea y sus propios cuerpos.

Me gustaría que fuera mejor la educación científica en la escuela secundaria. Diseñaría un plan de estudios que incluyera  “elija el problema que necesita/desea comprender”. Y que después de aprender los conceptos básicos  los aplicaran a la propia vida. Los estudiantes tienen que aprender a entender la vida cotidiana: cómo se produce el acné, cómo la evolución dicta la vida sexual humana, la influencia de las hormonas en la depresión, etc. La mayoría de las personas no entiende cómo funciona su cuerpo y tiene expectativas tontas sobre el poder  de la “mente” de gobernar sus cuerpos. Esto se aplica al sexo, el amor, la depresión, las drogas y mucho más. Todos seríamos más felices si entendiéramos que las sustancias químicas, tanto endógenas como externas, afectan nuestros cerebros y que, si no somos cuidadosos, podemos perder el control de nuestro cuerpo e incluso de nuestras vidas.

Y, si la gente supiera más ciencia, Elizabeth Holmes y otros charlatanes no los engañarían tan fácilmente.

 

Traducido por la Dra Cecilia Hidalgo