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Del NYT: Esta es la verdad sobre las vacunas

Por Brett P. Giroir, Robert R. Redfield y Jerome M. Adams, 6 de marzo de 2019

Las vacunas salvan vidas, protegen a nuestros niños y son uno de nuestros mayores logros en salud pública. Como funcionarios de salud pública, nuestra función es promover la salud del pueblo estadounidense. Esto debe incluir la defensa de las vacunas.

Enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, la difteria y la rubéola fueron comunes en los Estados Unidos: afectaron a cientos de miles de bebés, niños y adultos, y mataron a miles de personas cada año. Algunos estadounidenses mayores pueden recordar el miedo asociado con los brotes de polio y la era de los pulmones de hierro y los aparatos ortopédicos para las piernas, cuando las piscinas y los cines se cerraban para evitar la propagación de la enfermedad. Otros pueden recordar la desgarradora ola de rubéola en la década de 1960, que causó miles de muertes de recién nacidos,  miles de personas ciegas, sordas o con otras discapacidades de por vida.

No podemos permitir que los Estados Unidos de América se enfrenten de nuevo con este miedo. Aquellos de nosotros que hemos tratado a niños críticamente enfermos con enfermedades prevenibles por vacunación, conocemos de primera mano la devastación tanto para el niño como para la familia y la comunidad, de una muerte, la amputación de una extremidad o un daño cerebral grave que podría haberse evitado mediante una simple vacunación.

Las vacunas modernas son altamente efectivas y seguras, y los efectos secundarios más graves son excepcionalmente raros, y mucho menos graves que contraer la enfermedad. Pero la información falsa acerca de las vacunas todavía está ampliamente difundida, por lo que creemos crucial afirmar lo que sigue de manera clara y sin ambigüedades: las vacunas no causan autismo y no contienen sustancias químicas tóxicas. Este hecho ha sido nuevamente demostrado esta semana por un nuevo estudio sobre la vacuna MMR (triple viral sarampión, paperas, rubeola) por investigadores daneses.

En parte debido a que las vacunas han tenido tanto éxito, los médicos hoy en ejercicio en los Estados Unidos tal vez nunca hayan visto a un paciente con polio, ni hayan tratado a un niño con sarampión o meningitis bacteriana, y los padres pueden no darse cuenta de cuán severas y potencialmente mortales pueden ser estas enfermedades.

Consideremos el sarampión. La Organización Mundial de la Salud estima que la vacunación contra el sarampión previno más de 21 millones de muertes en todo el mundo desde el año 2000. Aunque la vacunación infantil de rutina para el sarampión sigue siendo alta en los Estados Unidos (más del 91 por ciento de los niños en edad preescolar), descensos localizados en la cobertura de vacunación han resultado en un reciente resurgimiento del sarampión en algunas partes del país. Solo en 2018 se han confirmado un total de 17 brotes de sarampión que afectaron a más de 370 personas, y 10 estados ya están informando sobre casos este año. Desafortunadamente, muchas más comunidades están en riesgo de brotes por ser áreas con baja cobertura de vacunación.

 

La influenza sigue afectando gravemente a nuestras familias. En la última temporada de gripe  2017-18,  alrededor de 80,000 estadounidenses murieron a causa de la enfermedad. Muchos de ellos eran niños que no habían sido vacunados. A pesar de esto, las tasas de vacunación al comienzo de la temporada siguen siendo inferiores al 50 por ciento, tanto para adultos como para niños. La vacuna contra la gripe es la mejor manera de evitar la enfermedad  y las personas que se enferman tienen menos probabilidades de desarrollar los síntomas graves de gripe que llevan a la hospitalización o la muerte.

La lista sigue. En 2017, solo el 49 por ciento de los adolescentes estadounidenses recibió todas las dosis recomendadas de la vacuna contra el VPH (Virus de Papiloma Humano), que es la mejor manera de proteger a hombres y mujeres de desarrollar ciertos tipos de cáncer, incluidos los cánceres de cuello uterino, ano, boca y garganta. Uno de cada cinco adolescentes, aproximadamente 4,5 millones de personas, no ha recibido la vacuna contra la forma contagiosa de la meningitis bacteriana, aunque esta enfermedad de rápida evolución puede hacer que un niño de otra manera sano termine enfrentándose a una amputación, la insuficiencia de sus órganos o la muerte dentro de las 24 horas posteriores al inicio.

Y la nación está experimentando un brote de hepatitis A en muchos de sus estados, especialmente entre las personas que consumen drogas o viven en situación de calle (homeless). Sin embargo, la enfermedad, que puede provocar insuficiencia hepática y muerte, se puede prevenir con una vacuna segura y eficaz.

No podemos ser complacientes. Los recientes brotes de sarampión nos recuerdan que las enfermedades que podríamos haber creído raras en los Estados Unidos siguen infectando a personas no vacunadas, a veces con graves consecuencias: los niños con sarampión pueden desarrollar complicaciones fatales. Estas enfermedades deben verse solo en los libros de historia, no en nuestras salas de emergencia.

Nos hemos comprometido a contrarrestar la información falsa que alimenta el sentimiento antivacunas entre padres y legisladores que intentan sinceramente proteger a sus hijos y al público. La ciencia que queda solo en  los estantes de las bibliotecas no tiene valor. Debemos aprovechar las herramientas para salvar vidas de que disponemos para proteger a los más vulnerables de nuestro país.

Nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, tienen la oportunidad de crecer en un mundo libre de polio, sarampión y otras enfermedades prevenibles por vacunación. Debemos trabajar juntos para hacerlo realidad.

 

Traducido por la Dra Cecilia Hidalgo