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Del New York Magazine, un hermoso artículo, 29 de mayo de 2020

Todavía volvemos y leemos a Darwin
David Baltimore, científico, 82

Es como un mal sueño hecho realidad. Comencé como virólogo, he leído mucho sobre la epidemia de gripe de 1918-19 y siempre me he sentido maravillado de que no ocurra con más frecuencia. Hay tantos virus en el mundo!


Entre mis años de secundaria y preparatoria, visité un laboratorio de investigación con ratones en Bar Harbor, Maine. Fue por capricho, una sugerencia de mi madre. Lo que descubrí durante ese verano fue que los temas de vanguardia en la investigación estaban disponibles para mí. Podría trabajar en un problema para el que nadie tenía aún respuesta. Era un problema simple, de ninguna manera conmovía al planeta, pero era mío. Hubo un momento en que supe algo que nadie más en el mundo sabía, y pude comunicarlo a mis colegas científicos, y fue una pieza en un rompecabezas científico más grande. Entonces decidí que así era como quería pasar mi vida.


A pesar de que gané un Premio Nobel [a los 37], y sabía muy bien que no iba a hacer otro descubrimiento tan espectacular como el que me llevó a ganar el premio, continué, y hemos hecho algunos avances bastante espectaculares en mi laboratorio durante los 50 años desde aquel descubrimiento. Me había dedicado a la ciencia porque quería intentar comprender el comportamiento de los seres vivos. Y cada pequeño paso es emocionante para mí. Incluso aunque el avance en el conocimiento obtenido sea pequeño, y solo haya 27 personas a las que le importe, me sigue emocionando. Nunca he perdido eso.


Han transcurrido 60 años desde la primera vez en que me vi expuesto a preguntas científicas. Cuando comencé a trabajar como científico con los virus, el virus en sí mismo era la unidad de interés y no podíamos obtener nada más pequeño que un virus. Con el tiempo, tuvimos la capacidad de extraer la información genética, a una resolución cada vez mayor, y finalmente a la resolución más alta posible. Ahora podemos hacerlo a voluntad. Todo eso nos da una comprensión mucho más rica de la complejidad de la vida y de la capacidad de alterar la vida, de maneras muy sutiles pero en última instancia significativas. Todo eso es nuevo. Pero al mismo tiempo, las preguntas son las mismas. Todavía volvemos y leemos a Darwin.


El tiempo entre la aparición de nuevos virus es prolongado en relación a los calendarios políticos. En consecuencia, por décadas no tenemos la voluntad política de mantener la preocupación por la aparición de nuevos virus. Y sin embargo, eso es lo que tenemos que hacer. Una vez que un virus anda suelto, el tiempo para que se propague es muy corto, demasiado corto para que podamos desarrollar nuevas capacidades. Tenemos que prepararnos para esto. Hemos dejado mucho que desear en ese sentido.


-Tal como se lo contó a Amelia Schonbek

 

Traducido por la Dra Cecilia Hidalgo